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Que a la democracia no le quiten su investidura

  • Foto del escritor: Akahata Comunicación Digital
    Akahata Comunicación Digital
  • 11 oct 2020
  • 3 Min. de lectura

Por Christopher Valiente.


Hace algunos días, los gremios de los sectores más poderosos del país, entre ellos la Unión Industrial Paraguaya (UIP) y la Asociación Rural del Paraguay (ARP), presentaron un pedido particular a la Cámara Alta, donde exigen la pérdida de investidura de los senadores de la oposición Hugo Richer y Sixto Pereira, del Frente Guasú, y Pedro Santacruz, del PDP, basados en una publicación de ABC donde adjudica de manera tergiversada palabras a dichos parlamentarios, la mentira del medio de comunicación fue apenas aclarada en un pequeño párrafo de otra nota con mucha menos repercusión.


Estas organizaciones empresariales, apoyadas por bancadas que son parte y representan a esa pequeña claque privilegiada, con descaro y basados en mentiras hacen uso de su gran poder y piden quitar sus bancas a legisladores elegidos vía elecciones por el voto popular, tan solo por el hecho de buscar eliminar a los sectores minoritarios y que podrían generar alguna molestia a sus intereses dentro del Congreso.


Ya no resulta novedad que la pérdida de investidura sea usada con un castigo, o como amenaza, para quienes no se alinean completamente a los intereses de la claque privilegiada que se encuentra en el poder. Entonces, habría que revisar la facilidad con la que ocurre, pues una de las personas que lo sufrió, Payo Cubas -con quien para nada simpatizo ni comulgo con sus ideas, por cierto-, en su momento también fue férreo defensor de disponer de mecanismos más sencillos como la mayoría simple para lograr “eliminar a los corruptos” del congreso, sin embargo, resultó víctima de su propia movida.


Cubas fue removido del senado de forma exprés, la forma en la que él planteaba que se debía acabar con la corrupción, fue utilizada por los partidos más fuertes para quitarle su investidura, cuando esta pérdida debería ser una última instancia, luego de un largo proceso de investigación sobre si realmente se cumplen con los motivos necesarios expresados en la constitución para ello.


Más allá de la mera discusión constitucional, ¿por qué alguien electo por el voto popular debería ser removido del cargo tan solo por no ser del agrado de sus pares o de los sectores a los que ellos representan? ¿Si fue el pueblo el que los puso ahí, no debería ser el mismo pueblo el que decida si esa persona ya no está en condiciones de representarlo?


Una república que funcione como tal, debería poder garantizarle a los ciudadanos y ciudadanas el respeto a la voluntad popular, y con ello, su derecho a ser representados en el parlamento si reúnen la cantidad necesaria de los votos. Sin embargo, un país donde el poder reside solamente en una minoría que más recursos poseen, una claque, y la voz del resto, del pueblo, es atropellada en pos de seguir defendiendo esta manera de gobernar para los privilegiados, dista mucho del respeto a la democracia y de una verdadera república.


Los partidos tradicionales, por sobre todo el partido colorado y sus satélites con otros nombres, siguen cómodos en esta eterna “transición democrática” donde nos encontramos aún más cerca de las antiguas prácticas dictatoriales de Stroessner, con el amiguismo, clientelismo y persecución a la oposición por medio de todos los poderes del Estado que pertenecen al partido de gobierno, además, como la ayuda de los grandes grupos multimedios que también les pertenecen, por lo tanto, responden a ellos.


Tenemos Poder Legislativo todopoderoso, donde una simple mayoría decide quiénes pueden seguir siendo representados dentro del mismo y quiénes no, de acuerdo con sus intereses y los de la claque cada vez más privilegiada que está organizada en la UIP, la ARP entre otros gremios similares. Inclusive, en casos no muy lejanos en la historia, tumbar presidentes con “juicios políticos” de gran celeridad, que lo único que tienen de juicio es el nombre.


Mientras siga así, y con aliados -involuntarios, quizá- dentro de los partidos pequeños de oposición que con el discurso anticorrupción solamente facilitan más los mecanismos para eliminar a aquellos que incomodan a los representantes de la oligarquía paraguaya, seguiremos estando aún muy lejos de poder garantizar un país con una democracia verdadera.



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